La imagen muestra una zona limítrofe entre Haití, a la izquierda, y La República Dominicana a la derecha. La frontera es el cauce del río lleno de meandros que divide la hoja por el centro, Supongo que notan una diferencia entre el color verde de la derecha y el desierto de la izquierda. En un reportaje de la revista National Geographic titulado Haití, tierra pobre, Joel K. Bourne lo explica con toda claridad:
Haití ha perdido su suelo… y los medios para alimentarse.Lógicamente las cosas son más complejas y probablemente las culpabilidades están más repartidas pero los efectos son los mismos: los suelos de Haití están tan degradados que apenas pueden producir alimentos. La deforestación y los cultivos intensivos han agotado la tierra y favorecido la erosión de los suelos. Aunque no es la única causa, ha contribuído a la abundancia de deslizamientos de tierra y a la degradación de las aguas, que devienen no potables, otro de los graves problemas crónicos del país.Lo más grave es que ya no hay solución, Haití ha perdido un bien irrecuperable. La enseñanza debería ser obvia: hay puntos de difícil retorno, a partir de los cuales ni el dinero ni a tecnología pueden hacer nada a corto o medio plazo. Los suelos no son un bien tan apreciado popularmente como los linces o las águilas imperiales pero son mucho más necesarios.
“Tè a fatige”, dijo el 70% de los granjeros haitianos en una encuesta sobre sus problemas agrícolas más importantes: “La tierra está cansada.”
Y no sorprende. Casi desde 1492, cuando Colón pisó por primera vez la muy arbolada isla de La Española, la nación ha ido perdiendo tanto tierra como sangre, primero por los españoles, que plantaron azúcar, y luego por los franceses, quienes talaron los bosques para proporcionarles lugar a los lucrativos plantíos de café, índigo y tabaco. Incluso después de que los esclavos se rebelaron en 1804 para sacudirse el colonialismo, Francia recibió 93 millones de francos de su ex colonia como indemnización, la mayoría en madera. Después de la independencia, especuladores y plantadores de la clase alta expulsaron a las clases campesinas de los pocos valles fértiles hacia las zonas rurales boscosas y escarpadas, cuyas estrechas parcelas cultivadas intensivamente con maíz, frijol y yuca se combinaron con una industria creciente de carbón vegetal y madera para combustible que exacerbó la deforestación y la pérdida de suelo. Hoy queda menos de 4% de los bosques de Haití y en muchos lugares el suelo se ha erosionado hasta la capa rocosa. De 1991 a 2002, la producción alimenticia per cápita ha disminuido 30 por ciento.
Nota: conocí la foto en el blog de Juanjo, Un universo invisible bajo nuestros pies.
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