La US National Library of Medicine tiene una sección llamada Turning the pages donde nos presenta varios libros antiguos digitalizados. Los que he visitado son de los siglos XV y XVI como el famoso De Humani Corporis Fabrica que escribió Andries van Wesel (1514-1564, Vesalio para los amigos) a la edad de 28 años. Hoy les traigo otro probablemente menos transcendente pero que contiene ilustraciones muy curiosas. Conrad Gesner recopiló en su Historiae Animalium lo que se sabía de los animales (en realidad, de los vertebrados) a mediados del siglo XVI. En sus cinco volúmenes aparecen imágenes de los bichos que conocían en esa época. Por lo que ahí sale es obvio que muchos de ellos se dibujaron a partir de descripciones y no de observación directa. Así se explica un extraño rinoceronte cuya impresionante personalidad se acentúa con una espectacular coraza de placas, una feroz y bastante acojonante ballena o un alucinógeno hipopótamo comecocodrilos.
Hay que tener en cuenta que en esa época la zoología como disciplina era muy primitiva y la nomenclatura binomial de Linneo no llegaría hasta mediados del siglo XVIII. No debe sorprender, por tanto, que en esta obra los animales se identifiquen solamente por un nombre común en latín aunque se especifica también el equivalente en otros idomas.
Gesner no tenía herramientas para separar la verdad de la falsedad en lo que contaban los viajeros. Por eso en su obra se prodigan también seres de los que más tarde nunca más se supo, una suerte de criptozoología que en aquel momento no podía diferenciarse de la zoología real. Les pongo abajo algunos ejemplos.
Resulta llamativo que en estos años aún haya nutridos grupos de personas que mantengan vivas las mismas fantasías. Han cambiado los animales (ya nadie, supongo, busca un unicornio) pero los actuales (yetis y allegados, ninki-nankas, chupacabras...) siguen presentando las mismas evidencias de existencia: ninguna. También han cambiado las pruebas necesarias, antes bastaba con dibujarlos para darles verosimilitud y hoy ni siquiera una foto es garantía de nada. De todas formas, los incrédulos estamos dispuestos a creer, no hay problema. Basta con unos pelos para analizar el ADN ¿es demasiado?
Les recuerdo que la última expedición en busca del orang-pendek anunció la recogida de pelos del bicho en cuestión y su inmediato análisis para verificar que se trataba de una nueva especie. Incluso propusieron el futuro nombre, Pongo martyri, presuponiendo alegremente su ubicación taxonómica junto con los orangutanes. Al día de hoy han pasado ya más de tres meses del espectacular anuncio y nada nuevo ha sido comentado. ¿Qué ha pasado? La primera opción es que les está llevando mucho más tiempo del normal hacer los análisis. La segunda es que ya están hechos (dejo de lado la posibilidad de que los pelos nunca se recogieran) y los resultados han llevado al Pongo martyri a yacer en la misma tumba virtual que la hidra y al unicornio.
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