Para que los creacionistas se enteren de una vez, hoy traigo dos ejemplos de cómo funciona la selección natural a la hora de promocionar o penalizar conductas más o menos ventajosas adaptativamente. Aquí les ilustro uno de plantas y otro de animales.
Plantas
Hace mucho, muucho tiempo, las manzanas de los manzanos se dispersaban en todas direcciones. Sin embargo, sólo las que caían hacia abajo llegaban a tierra, germinaban y hacían que el árbol se reprodujese. Lógicamente, la selección natural favoreció a estos últimos y poco a poco acabaron imponiéndose mientras los demás no conseguían reproducirse y las semillas, en muchos casos, acababan en órbita. Hoy todos los manzanos envían su fruta hacia el suelo.
Viñeta ilustrativa en The Scientific Cartoonist.
Animales
Los conejos, hace mucho tiempo, se apareaban con todo lo que pillaban (de aquí su fama de promiscuos, que aún perdura en el inconsciente colectivo). Sólo se salvaron de sus instintos algunas especies de gran talla a pesar de que los conejos desarrollaron una buena capacidad para el salto de la que aún quedan vestigios. Sin embargo, esa desaforada conducta no era buena y sólo aquellos que elegían con precisión a una coneja eran capaces de perpetuarse. Hoy, mucho tiempo después, sólo se observan conejos con conejas aunque aún aparece algún residuo atávico de promiscuidad interespecífica. Por el camino quedaron tirados otrora poderosas estirpes conejiles como aquella que prefería a los pandas gigantes y de la cual aún queda algún fósil viviente (el de delante de la foto, no el otro). Otras desaparecieron completamente, como las que se lo hacían con erizos.
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