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Friday, October 12, 2007

Proyectos a medida de las personas

Alexandra Lavrillier es etnóloga y se le ha metido en la cabeza salvar la cultura del pueblo evenko del olvido. Los evenkos viven —casi obvio— en Evenkia, en la zona central de Siberia y han sido siempre nómadas. Actualmente el 60% ya no habla su lengua original y de una población total de 30000 personas, casi todos han renunciado al nomadismo y ya no viven en la taiga, olvidando con ello su modo de vida tradicional. En Evenkia quedan apenas 3800 evenkos y yo no había oido siquiera que existieran.

Alexandra Lavrillier ha creado un escuela tan nómada como ellos para que los niños puedan tener una instrucción moderna sin renunciar a sus familias y costumbres.

"La idea es permitir que los niños evenkos permanezcan junto a sus padres en vez de separarlos de sus familias a los seis años al enviarles a un internado..."

La separación de las familias fue obligada en los años 60 por el régimen soviético. A finales de los años 80, con la perestroika, los evenkos vieron reconocida su diferencia y obtuvieron, como otras minorías, un estatus de moderada autonomía. El daño, la erosión cultural, estaba hecha tras tantos años de desintegración social.

La escuela nómada funciona desde principios del año 2006 y ha conseguido el estatuto de "escuela experimental oficial" por parte de las autoridades educativas rusas. Actualmente atiende a 23 niños de 6 a 10 años dispersos por diferentes campamentos. Lavrillier es una de las tres profesoras y su hija una de sus alumnas.


Brad Norman no tiene títulos académicos, es naturalista y quiere proteger al tiburón ballena, el pez más grande que existe.

Zenón Porfidio Gomel nació en los Andes peruanos y fue testigo del desplazamiento de los cultivos tradicionales por la mecanización y la pérdida de la agrodiversidad por los cultivos genéticamente pobres. Se ha empeñado en invertir ese proceso de destrucción.

Zenón Porfidio Gomel, Perú

Runa Khan Marre mantiene las embarcaciones de madera de Bangladesh mediante un museo donde se reparan y construyen 40 tipos de barcos con las técnicas tradicionales, desplazados en apenas veinte años por los cascos de acero y los motores.

Julien Meyer busca conservar los 34 lenguajes basados en silbidos o tambores que existen en el mundo, todos a punto de desaparecer: Francia, España, México, Brasil, Perú, Colombia, República de Vanuatu, Tailandia, Laos, Nepal, Turquía y Grecia aún cuentan con personas que los conocen.

Son sólo unos pocos ejemplos que pueden acompañar a Claudia Feh, Chanda Shroff, David Lordkipanidze, Kikuo Morimoto, Teresa Manera o Dora Nipp, otras personas extraordinarias con proyectos extraordinarios. No son visionarios, como dicen en otras reseñas, sólo gente que ve lo mismo que nosotros pero que se decide a actuar, algo que muchos hemos olvidado que se puede hacer.

Chanda Shroff (India)

Hay empresas que a veces sorprenden por actividades que no tienen nada que ver con su principal producto o fuente de ingresos. Por eso poca gente (creo) ha oído hablar de los Premios Rolex, patrocinados por esa marca de relojes pijos sólo deseados por gente pija.

Pero habrán visto que los premios y sus premiados no tienen nada en común con eso. Son proyectos científicos, tecnológicos, geográficos y culturales individuales y con un sesgo que los hace muy especiales. Sólo son diez cada dos años pero muchos tienen ese brillo que hace pensar que aún hay gente que trabaja para que el mundo sea un poco mejor. A Alexandra Lavrillier, el premio de cien mil dólares le garantiza sostener la escuela tres años más.

Véanlos en Los Premios Rolex y si tienen un proyecto preséntense a los del 2008.

P.S. Después de escribir esto me quedo con una sensación de incomodidad. Por ejemplo, he escrito unas líneas sobre los evenkos, un pueblo que desconocía y del que con toda seguridad no voy a conocer más tras esta mención efímera. Una docena de líneas que definen mi encuentro en el tiempo con una cultura, con miles de vidas y experiencias. Diez minutos y el olvido entre cientos de posts para no volver nunca a mencionarlos ni a oir hablar de cómo les fue. Y veo que tampoco se explicarme bien, en fin.

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