Aterrizamos a las 22 h locales, las 3 de la madrugada según reloj interno. ¿Es la primera vez que viene? —me preguntó una chica uniformada en el tercer control—. Sí —contesté—. ¿Me puede hacer un favor? Claro ¿qué necesita? —ya empezamos, pensé—.
Aquí conviene una pausa. Favores en los viajes me han pedido unos cuantos, inocuos a veces y no tanto en según qué sitio. Por ejemplo, aquella chica marroquí que quería que le pasara a España un paquete envuelto en papel marrón y abundante cinta adhesiva que contenía, decía, pantalones para unos parientes suyos. O aquél sujeto en Bogotá que, argumentaba que no podía pagar el exceso de equipaje y que seguro que a mí me quedaban aún unos kilos disponibles en la maleta.
En este caso la cosa era menos evidente: la uniformada de espléndida sonrisa me pedía un billete de cinco euros a cambio de 5 pesos, el “cambio aproximado”, explicó. En fin, un pequeño peaje para salir del aeropuerto con más rapidez. Dije que sí, por supuesto, con la consiguiente pérdida de un euro y medio en la transacción. Bienvenido a Cuba, me dijo.
Por suerte ese fue el único detalle algo chungo de mi visita y se relaciona con el tema que hoy les cuento y con la pregunta ¿merece la pena intentar ese cambio fraudulento? Resulta que sí, que merece la pena, algo que se debe a una peculiaridad del sistema económico cubano: la existencia de dos monedas diferentes, derivada a su vez de la necesidad de que convivan dos mundos paralelos.
Verán abajo un par de billetes escaneados. Aparte de que están retocados para que no sean muy fieles al original hay una sutil diferencia entre ellos. Fíjense que el primero indica veinte pesos y el segundo un peso. Sin embargo, el primero vale menos que el segundo y en según qué sitios no podría siquiera usarse. La pista necesaria para resolver el "misterio" está en el rótulo que aparece debajo del valor en el segundo billete y que dice "pesos convertibles" (pulsar encima para ampliar).
El caso es que en Cuba existen simultáneamente dos monedas distintas, los pesos cubanos (moneda nacional) y los pesos convertibles o "CUC". El propio Banco de Cuba reconoce que esta doble circulación de monedas es una dificultad para la planificación monetaria y de hecho crea dos mundos diferentes. Por un lado, las transacciones en tiendas no agrícolas, los bienes y servicios turísticos y el propio combustible de vehículos se hacen en CUC. Por otro, en el mercado interno, fuertemente subvencionado por el Estado, se usan los pesos cubanos, moneda en la que cobra la mayoría de la población. Como podía suponerse, ambas monedas tienen un valor distinto y 1 peso convertible es oficialmente igual a 24 pesos cubanos en la compra y 25 en la venta. La norma es que el visitante debe cambiar su moneda por CUC para poder manejarse por Cuba y una pequeña fracción en pesos cubanos para algunos usos como propinas de aparcamientos o taxis populares. Todas las monedas fuertes se aceptan sin problemas y el euro en estos momentos se cambia por 1.33 CUC aproximadamente. Sin embargo, llevar dólares estadounidenses no es una buena idea ya que su cambio está penalizado con un 10%. También pueden usarse tarjetas de crédito en los lugares turísticos con la excepción de las emitidas por bancos de EE.UU., que no están admitidas.
Mercado en La Habana
Cobrar en la moneda nacional es equivalente a estar excluido de todo el entramado comercial que opera en CUC ya que los precios son un auténtico disparate para el ciudadano cubano. Por poner un ejemplo, el salario medio en Cuba supera un poco los 400 pesos cubanos y el de un licenciado universitario anda por los 700, algo menos de 30 CUC en este último caso. En el ámbito de los titulados superiores he conocido gente que cobra más (hasta 1200 pesos) o menos (hasta los mencionados 400). Dado que una comida tipo "plato del día" (no a la carta) en un restaurante normal (no de lujo) en La Habana está entre los 8 y los 10 CUC (190-240 pesos cubanos), es fácil entender que se trata de un servicio dirigido solamente al visitante que llega con moneda fuerte, no para el ciudadano local.
Otra consecuencia que se deriva del doble mercado es que en la realidad el cambio del CUC es ficticio ya que está fijado de forma artificial desde el Estado, que parece manejarlo en mi ignorante opinión como un arancel ante la entrada de divisas y para hacer acopio de monedas fuertes utilizables en el mercado internacional.
La doble moneda hizo su aparición en 1993, cuando se despenalizó la tenencia de divisas y se permitieron las cuentas bancarias en dólares como reacción a la hiperinflación derivada de la enorme crisis de esos años en Cuba. A la entrada del dólar en la economía se sumó la apertura a inversiones extranjeras, lo que permitió hacer frente a la pésima situación económica. Aunque la economía local siguió funcionando en pesos cubanos, el dólar circulaba como moneda alternativa en transacciones, compras y ventas de cierta entidad. Esto generó también problemas ya que hubo empresas que trabajaban en dólares mientras que otras, especialmente las dependientes del Estado por economía o por regulación siguieron con los pesos.
En el año 2003 las cuentas en dólares se convirtieron progresivamente a CUC, una moneda que existía ya antes pero que era marginal hasta ese momento. Todo el mercado fuerte pasó a trabajar en CUC y el dólar desapareció de la circulación nacional. Desde entonces, la doble moneda persiste al no equilibrarse el mercado interno con el externo. El coste social ha sido grande para los que no tienen acceso al peso convertible mientras que en sectores económicos relacionados con el turismo surgen oportunidades de lucro desproporcionadas respecto al mercado interno. Por otra parte, el cambio obligado a CUC permite aumentar la reserva de divisas y tener una garantía más fiable para el comercio exterior, reticente a operar con el peso cubano, cuya exportación está prohibida y que no cotiza en mercados internacionales.
Los almendrones son viejos coches de los EE.UU. que se usan para transporte público y donde la gente sube y baja durante los trayectos para llevar el coche siempre lleno. El coche de la foto es particular (lleva matrícula amarilla) pero es uno de los múltiples modelos que circulan por La Habana, un auténtico museo del coche estadounidense de décadas atrás.
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