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Friday, December 7, 2007

Los códices desaparecidos

Juan de Zumárraga nació en Durango (Vizcaya) hacia 1475 (otros dicen 1468) y se hizo franciscano. Fue inquisidor en España y ejerció con provecho ya que la enciclopedia franciscana lo etiqueta como "represor de brujas en el País Vasco". Nombrado por Carlos I, fue obispo de México además de ostentar el cargo de "protector de indios", cosa que se entendía en aquel tiempo como más bien orientado hacia la evangelización porque ello supondría mayor beneficio espiritual (of course).

«Por la presente vos cometemos y encargamos y mandamos que tengáis mucho cuidado de mirar y visitar los dichos indios y hacer que sean bien tratados e industriados y enseñados en las cosas de nuestra santa fe católica por las personas que los tienen o tuvieren a cargo y veáis las leyes y ordenanzas e instrucciones y provisiones que se han hecho o hicieren cerca del buen tratamiento y conversión de los dichos indios, las cuales haréis guardar y cumplir como en ellas se contiene, con mucha diligencia y cuidado»

Movido por su ardiente celo apostólico inició también procesos inquisitoriales en México con un total de 183 causas. En una de ellas, en 1539, actuó contra Carlos Ometochtzin, hijo del señor de Texcoco, Nezahualpilli, acusado de apóstata e instigador de la idolatría. Fue quemado vivo el 30 de noviembre en la plaza Mayor de la ciudad de México. Estaba claro cual era el dios verdadero y qué pasaba si abandonabas el buen camino.

No contento con la conversión de los vivos, decidió facilitar el olvido del legado de los muertos. Cito literalmente el texto de su biografía en la poco sospechosa web de la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe:

...apenas cinco meses antes de recibir a Juan Diego, se precia en una carta al Capítulo General de su Orden, en Tolosa, de haber arrasado con cuanto había podido: ‘quinientos templos de los dioses y más de 20.000 imágenes de los demonios que adoraban...'

Pero no sólo templos e imágenes, sino también libros y papeles prehispánicos, de naturaleza jurídica, administrativa, comercial y de diversos ámbitos de conocimiento, fueron destruidos sistemáticamente por Zumárraga y sus ayudantes

Fernando Báez ratifica: "en el año 1530, en Tetzcoco, hizo una hoguera con todos los escritos e ídolos de los mayas". Eduardo Galeano, Juan Bautista Pomar y C. W. Ceram repiten la existencia del "auto de fe" donde se borraba irrecuperablemente el pasado para dejar paso libre a un futuro recto.

La parajoda (no es errata) está en que Fray Juan fue también el primer editor de libros en México. Libros, no lo duden, siempre correctos.

Como hoy va de franciscanos, citaremos también a Diego de Landa, otro celoso vigilante de la fe nacido en Cifuentes (Guadalajara) en 1524. En este caso realizó su labor en Yucatán, donde fue Provincial a partir de 1561 (la zona incluia también la actual Guatemala). Al año siguiente se estrenó mediante un auto de fe en Maní que, tras "interrogatorio hostil" (así se dice ahora), culminó el 12 de julio con la quema de cientos de ídolos y todos los libros que pudieron encontrar. En su obra "Relación de las cosas de Yucatán" (hacia 1566) lo dice y justifica:

Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena.

Otra parajoda (sigue sin ser errata) es que Fray Diego fue el único que describió los signos de la escritura maya y su equivalencia con el español. A pesar de los numerosos errores, derivados del empeño en usar una clave alfabética en vez de reconocer la naturaleza silábica de la escritura, fue útil para comenzar la tarea de desciframiento. Asimismo, su Relación es un documento único para el estudio de la situación en aquel siglo crítico donde tanto se perdió.

La destrucción de los escritos mayas fue eficaz ya que sólo cuatro de ellos sobrevivieron en forma de códices (otras muestras han quedado esculpidas o pintadas en murales o cerámica). Los códices están escritos sobre papel plegado en acordeón, hecho de corteza vegetal. Los supervivientes son los llamados de Dresden (39 pág., 3.6 m), de Madrid (112 pág., 6.8 m), de París y Grolier (11 páginas fragmentarias y de autenticidad discutida). Todos pueden descargarse en los enlaces anteriores aunque algunas fotos son antiguas (el códice de París, por ejemplo, lleva tiempo almacenado en una caja sellada por su fragilidad).


Una página del códice de Madrid

La escritura maya surgió de forma independiente del resto de las escrituras del mundo. A pesar de su complejidad, los glifos en que se basa se saben leer actualmente en buena parte, aunque aún hay muchos detalles sin comprender.

El personaje clave de este trabajo fue Yuri Valentinovich Knórosov (1922-1999), un soldado ruso en la Segunda Guerra Mundial. Se dice que, al entrar con el ejército ruso en Berlín se llevó de la Biblioteca Nacional dos libros: la mencionada Relación de las cosas de Yucatán de Diego de Landa y Códices mayas (1930-1933), con reproducciones de los hermanos guatemaltecos José Antonio y Carlos A. Villacorta Calderón. Pero esto merece ser una historia aparte.


Yuri Valentinovich Knórosov

Finalizo con la trascripción de un texto de José de Acosta (1539-1600):

En la provincia de Yucatán, donde es el obispado que llaman de Honduras, había unos libros de hojas a su modo encuadernados o plegados, en que tenían los indios sabios la distribución de sus tiempos, y conocimiento de plantas y animales, y otras cosas naturales, y sus antiguallas; cosa de grande curiosidad y diligencia. Parecióle a un doctrinero que todo aquello debía de ser hechizos y arte mágica, y porfió que se habían de quemar, y quemáronse aquellos libros, lo cual sintieron después no sólo los indios, sino españoles curiosos, que deseaban saber secretos de aquella tierra.

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