Y el libro me respondió a algunas preguntas, me confirmó que Marina es, en efecto, un pensador crítico y razonable pero también me aclaró que Marina de cristiano tiene poco a pesar de su declaración. Intentaré explicarme a continuación.
Un cristianismo etéreo, humanista, ético. No encaja con la realidad ni con la historia. Y además, al final, está el miedo. Antes era a la condenación eterna, al castigo. Ahora lo es al vacío. Distinto pero igual. Siempre el miedo
La tesis básica del libro es que podemos distinguir dos tipos de verdades. La primera es de validez universal, como las que poco a poco va descubriendo la ciencia. La segunda es sólo de validez personal y se basa en experiencias personales. Aquí podemos estar de acuerdo, aunque yo preferiría usar la palabra "convencimiento" sustituyendo a "verdad", que me parece excesiva en sí misma.
En este sentido, Marina dice que las religiones son "verdades" privadas y como tales están basadas en reglas de "verificación" ("que hace verdadero") no universales sino personales y tan subjetivas como pueden serlo las de una sola persona. Yo supongo que ese "creer" sin evidencia universal que se llama fe se integra perfectamente en esta definición. Lógicamente, las reglas personales (esto lo digo yo, no él) pueden basarse en la razón o no, estar sometidas a la "lógica" personal del sujeto con lo que eso puede suponer porque hay gente cuya lógica no supera a la de las maracas de Machín. Implícito al argumento, aunque Marina no lo dice y por lo tanto es sólo mi opinion, está el reconocimiento de la religión como por encima de otras posibles "verdades" privadas. Y es que las "verdades" privadas son un saco inmenso que puede abarcar desde creencias en alienígenas o en fantasmas hasta la distorsión psiquiátrica más exótica. No comenta Marina la diferencia, si es que existe, entre ambas ni cual es la razón de la trascendencia de la religión sobre cualquier otra visión particular del mundo.
La crítica a las religiones viene cuando enuncia que, en caso de conflicto, las verdades privadas deben supeditarse a las universales. O dicho de otra forma: las religiones pertenecen al ámbito privado y sus "verdades" no deben aplicarse o filtrarse al ámbito público. En esto estoy de acuerdo, claro. La paradoja es que Marina, al defender este principio, comienza ya a oponerse al catolicismo actual (y a todas las religiones que persiguen la universalidad y que la sociedad integre sus "verdades" en las leyes de todos). Y no, no confundo cristianismo y catolicismo pero es que Marina habla directa y constantemente de la Iglesia Católica, centrando en ella sus críticas explícitas. Apenas menciona al protestantismo ni a los ortodoxos ni al resto de variantes como, por poner un ejemplo, los coptos.
El catolicismo en concreto, y según su opinión, es un claro ejemplo de progresiva dogmatización. Con un inicio cristiano abierto y popular, creó una compleja estructura con el fin de blindar su poder terrenal y espiritual. La actual Iglesia Católica es el resultado de esta degradación de los principios cristianos originales. La mayoría, o todas, las divisiones del cristianismo tuvieron su origen más en las luchas por el poder que en divergencias religiosas reales.
Marina no defiende, por tanto, el dogma, al contrario. Y aquí empiezan los problemas porque, en mi opinión, cuando alguien se define como cristiano debe estar a las duras y a las maduras. Y Marina defiende y profesa algo mucho más razonable, más ético, más limpio, pero inexistente como religión. Eso no es el cristianismo actual en ninguna de sus variantes sino lo que él supone que pudo ser alguna vez. El cristianismo arrastra hoy la historia de la Iglesia, con siglos siniestros, la de los concilios donde se declaró anatema todo aquello que amenazara su monopolio de las ideas, la de sucios episodios donde se recrean todos los pecados capitales y algunos nuevos. Marina critica duramente episodios de la Iglesia como los concilios donde se empezó monopolizando la interpretación de las Escrituras y se acabó por ratificar la infalibilidad de Papa en ciertas circunstancias.
Y tras criticarlo, defiende implícitamente que se puede ser cristiano obviándolo todo. Y yo creo que no es así, el cristianismo no es sólo lo que cada uno quiera que sea, tiene una historia que lo ha construido y un presente que lo conforma. Dice Marina que "el cristianismo es un modo de comportarse" (éticamente). Y esto no es verdad, el cristianismo es también un conjunto de creencias, un sometimiento a los dogmas, un reconocimiento de la autoridad terrenal de figuras ostentosamente imperfectas. Olvidar eso es cerrar los ojos, violentar los significados y reducir la historia a cenizas.
El final me pareció decepcionante. En el último capítulo Marina elogia la actividad creadora del hombre, la belleza, la bondad... hasta aquí vale, hace un canto a lo bueno que el género humano puede hacer. Pero ¿qué pinta un Dios aquí? Pues la respuesta es simple: nada. Marina da un salto mortal y declara "no quiero expulsar de mi mundo la religión" porque rechaza "encerrarse" en "el mundo de lo fáctico y lo trivial". Luego lo aclara un poco más. "no quiero ser una naturaleza monda y lironda".
Marina tiene miedo del vacío y para reducirlo cierra los ojos recurriendo a una divinidad anónima que nada tene que ver con la Trinidad cristiana (un dogma acuñado en el concilio de Nicea hace
Incluso creo que Marina hace una pirueta para salirse por la tangente del meollo del asunto. Como no puede dar razón alguna de su creencia en un Dios (sólo lo menciona de pasada a tres páginas del final) recurre al argumento inicial: es mi verdad privada. Con lo cual se acaba la discusión, el libro queda sin sustancia y yo llego a la conclusión de que para este viaje no hacían falta estas alforjas. El miedo al vacío sustituye al miedo al castigo y la condenación pero, al final, el motor de la religión sigue siendo el miedo.
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